El paseo de la vergüenza

La señora Milena me dijo que cogiera la primera camioneta de la mañana, la naranja y blanca de Pelícano Express, que uno viajaba más cómodo madrugado y además, lo hacía con la bendición de Dios. Que me fuera tranquila, que los martes el trabajo aflojaba y que con Gracielita le bastaba para atender el restaurante. Me dijo que me bajara en la esquina, donde el almacén del Palacio de las Telas, caminara derecho a la alcaldía y por allí preguntara donde estaba el Bienestar Familiar. Que ya se sabe, que en el pueblo todo cambia siempre de lugar y que si me perdía, le preguntara a un policía. La patrona era bien buena gente conmigo, me había garabateado en un papel la dirección y me había dado hasta para un cafelito. Decía que las penas con café y pan, bajan mejor. Era una santa ella.

Y así me fuí, hecha un saco de nervios a contar mi caso a la ciudad. Pensé que esa camioneta no llegaba nunca, parando en todo lado, con el vallenato a vueltas y ese curverío de camino que no tenía fin. Llegué con mareo y con los nervios agarrados a la garganta. ¿Y qué me hará cuando se entere que lo denuncié? ¿Qué pensará mi familia? Yo era una mujer del campo, la ciudad me inquietaba y hablar de lo sucedido también. Me tomó seis años poder articular palabra y siempre que lo hacía, volvía ese recuerdo a mi. Pregunté por la oficina y antes de entrar, me santigüé. Llegué a la recepción y esperé. Cuando ya pasó media hora, la señorita me mira y me pregunta qué por que vine, que cuando sucedió, qué por qué ahora, qué si tengo pruebas. Me habla sin mirarme a los ojos y por momentos no sé si habla conmigo o con el computador. Me asigna un turno y me siento a esperar. Tengo a 9 personas delante de mí.

Pasó una hora, cuando un jovencito, buen mozo, se asoma por la puerta. Se acerca a preguntarme mi cédula y con la mirada pegada a la carpeta comienza con que por qué vine, que cuándo sucedió, que por qué ahora, qué si tengo testigos, qué si tengo pruebas, qué si me examiné. Y después de todo, me dice que allí no es. Que primero me haga mirar y que no entiende por qué no fui directa al hospital. Antes de que pudiera preguntarle que dónde es, ya se había ido. En la recepción, no había nadie, estaban con el café, así que decidí preguntar en la calle. Caminé con el estómago todavía vacío y cuando llegué, me santigüé.

Llegué al hospital y la sala estaba llena. Llevaba el papel de la señora Milena conmigo, bien dobladito y lo miraba y lo volvía a mirar, y me acordé del dinero del cafelito. Esperé media hora más, cuando una enfermera se acercó y me preguntó qué por que vine, que por qué ahora, que si cuándo fue el hecho, que si mi familia lo sabe, que si tumba que si taramba… Y después de todo, me dice que ya es tarde. Qué ha pasado mucho tiempo y que eso es cosa ya de la Fiscalía. Ay, Diosito, suspiré… Yo sentía que poco a poco el alma se me escurría a los pies, me agarré al papelito y volví a caminar por aquella dichosa ciudad. Llegué a la oficina de la Fiscalía cuando era ya casi mediodía.

Entré a la recepción, no había nadie. Una señorita se arreglaba las uñas entre muchos papeles y cuando me escuchó, me miró como – ”uy, cansona”. Me sentí tan pequeñita que yo creo que me desaparecí delante de aquel mostrador. Yo hablé, saqué todas esas energías y seguí. Y me preguntó qué por que vine, qué cuando fue, que dónde fue, qué si tengo pruebas, qué si hay testigos, que si tumba que si taramba… y me asignó un turno con el oficial de denuncias. La fila estaba larga y tenía que esperar otros 7 turnos. Yo ya estaba que me llevaba el diablo con tanta preguntadera y tanta carrera. Me santigüé de nuevo para alejar los rencores y salí a buscar un cafelito, esperando a que se me recompusiera el cuerpito. Regreso y la fila no se había movido. No había silla para todos y ahí, esperé de pie. Ya se sabe que quien espera, desespera y una hora tardó en salir mi turno. Ya no sé si alcanzaría para la camioneta de las tres.

Me llamaron por mi nombre y me fui pasillo al fondo a buscar al oficial con mi turno. Me preguntó cómo estaba, y casi no le creí. Era la primera persona que me lo preguntaba y el primero que me hizo sonreír. Se lo agradecí y luego, otra vez, que cuál era mi caso, qué por que hasta ahora, qué si tenía pruebas, que si mi familia sabía, que si tumba que si taramba… Y él doctor, escribía y escribía… Cuando terminé de contarle como me habían violado una y otra vez, desde que era una niña, ya me quería ir… Se me había puesto mal cuerpo y ya había perdido la cuenta de las veces que había tenido que nombrar a ese ”innombrable”. Y entonces, me explicó el procedimiento y me asignó a una fiscal. Y esperé otra vez.

Esperé dos horas y media a que me llamara la fiscal para comenzar a declarar… Quizás tres, ya me sentía muy cansada y perdía las cuentas. Llevaba todo el día con las mismas preguntas y las mismas respuestas. Y cuando me preguntó sorprendida: ¿Y por qué no denunció antes? Yo no pude más y rompí a llorar… Lloré mares enteros, a lágrima viva y entre sollozos llenos de rabia y dolor… ¡SEIS años! ¡SEIS años me tomó para yo poder hablar! ¡Y SEIS veces lo he tenido que contar! ¡SEIS! La doctora dejó de escribir y me dió un pañuelo y un vaso de agua. Y saqué todas esas energías y seguí entre esos mares en los que se me ahogaba la voz y el corazón habló: ”Y usted perdone la rabia doctora… pero ya no puedo más… llevo todo el día, van a ser las 7 de la noche y no he comido nada, todo el día de aquí para allá y todos me preguntan lo mismo, y que si tumba y que si taramba y ya no puedo más… es que yo no entiendo… Yo no entiendo cómo en la televisión a una le dicen ”denuncie”, en la radio le dicen ”denuncie”, la gente le dice ”denuncie” y luego, para cuando una se decide a hablar, se decide a denunciar, después de SEIS años, en su día libre y con toda la dificultad, a una le hagan este machaque. Usted me perdonará… pero esto no es justicia ni es ná”.

 

*Este relato forma parte de la serie «Desde Adentro. Historias de mujeres valientes y resilientes del Putumayo» de la Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida, con el apoyo del programa ‘Justicia para una Paz Sostenible’ de USAID.